Querido Diego, te abraza Quiela y su vigencia actual
En la literatura mexicana existen obras que, aunque breves en extensión, poseen una intensidad emocional y una hondura crítica que las vuelve eternas. Tal es el caso de Querido Diego, te abraza Quiela (1978), de Elena Poniatowska, una novela corta que rescata la voz olvidada de Angelina Beloff, pintora rusa y primera esposa de Diego Rivera, para dar testimonio no solo de un amor roto, sino también de la condición femenina en un contexto histórico donde las mujeres fueron relegadas a un segundo plano.
La obra está estructurada como una serie de cartas que Beloff dirige a Rivera desde París, tras la partida del muralista a México en 1921. A través de estas cartas, Elena Poniatowska reconstruye la historia de una mujer que ama profundamente, pero cuya devoción termina por sumirla en la soledad, la precariedad y el olvido. Es un retrato conmovedor de la vulnerabilidad, pero también de la dignidad de una mujer que, a pesar de la indiferencia de su pareja, conserva su fuerza expresiva en el acto de escribir.
Lo extraordinario de este libro es que, aunque parte de un episodio íntimo y casi anecdótico, se transforma en una metáfora universal. Poniatowska da voz a la mujer silenciada, a la compañera eclipsada por el genio masculino, una constante en la historia del arte y la cultura. Querido Diego… pone en el centro lo que tradicionalmente había permanecido en la sombra: la subjetividad femenina, sus dolores, sus anhelos y sus contradicciones.
Hoy, más de cuarenta años después de su publicación, el texto mantiene una vigencia incuestionable. En pleno siglo XXI seguimos debatiendo sobre las desigualdades de género en el arte, la falta de reconocimiento a las creadoras y la tendencia a reducirlas al papel de musas o compañeras. El abandono de Quiela se convierte entonces en un símbolo de todas las mujeres que entregaron su vida a un proyecto amoroso o artístico en el que rara vez recibieron crédito.
Desde la mirada contemporánea, también es posible leer esta obra como una denuncia del desequilibrio en las relaciones de poder. Rivera, el artista que regresa triunfante a México, encarna la voz pública y monumental; Beloff, en cambio, es la que se queda en el exilio, sobreviviendo en condiciones precarias. El contraste revela cómo las estructuras sociales y culturales no solo definían el éxito artístico, sino también la posibilidad de sobrevivir y ser reconocida.
Elena Poniatowska, periodista de alma y escritora comprometida, supo tomar esas cartas como materia prima para darles un nuevo sentido. La Quiela que emerge en la novela es más que una figura histórica: es una representación de todas las mujeres cuyas voces han sido silenciadas. Esa capacidad de transformar un hecho biográfico en una narración con resonancia universal es, precisamente, lo que otorga a Querido Diego… su carácter imperecedero.
En la actualidad, donde el feminismo impulsa una revisión crítica de la historia del arte y de la literatura, el texto se vuelve todavía más necesario. Leerlo es reencontrarse con las ausencias, con las vidas que quedaron en los márgenes, y comprender que la cultura no solo se construyó con grandes muralistas y escritores, sino también con quienes sostuvieron, acompañaron o fueron olvidados en el proceso.
Finalmente, Querido Diego, te abraza Quiela nos interpela porque habla de soledad, de desarraigo y de la necesidad de ser escuchados. Son temas profundamente humanos que trascienden el tiempo y las circunstancias. La voz de Quiela, que Poniatowska rescata con una delicadeza desgarradora, sigue resonando hoy como un eco que nos recuerda la urgencia de reconocer todas las voces, especialmente aquellas que la historia ha intentado callar.
La voz de Quiela en Querido Diego, te abraza Quiela no es solo la de una mujer olvidada, sino la de todas aquellas silenciadas por la historia.
1 sep 2025




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