Elena Poniatowska y el testimonio como forma de resistencia.
Su trabajo ha consistido, en buena parte, en escuchar a quienes la historia ha marginado, darles palabra, rostro, historia y dignidad. La obra de Poniatowska no sería la misma sin su convicción de que la verdad de un país no está en las élites, sino en las voces de quienes sobreviven a la injusticia.
La estructura de una resistencia hecha palabra
En libros como La noche de Tlatelolco (1971), Fuerte es el silencio (1980) y Nada, nadie. Las voces del temblor (1988), Poniatowska construyó una narrativa coral en la que el protagonismo no está en el autor, sino en los cientos de personas entrevistadas. Estudiantes, madres, obreros, mujeres indígenas, víctimas del poder, testigos del horror. Todos ellos confluyen en una especie de documental escrito que conmueve, pero sobre todo, que resiste.
Estos testimonios no son simplemente recopilaciones: están estructurados con una sensibilidad literaria y una intención política. La autora selecciona, monta y entrelaza las voces como quien construye una sinfonía colectiva. Así, transforma el lenguaje cotidiano en denuncia viva.
¿Por qué es una forma de resistencia?
Porque el testimonio desafía el olvido. Contar lo que se ha vivido es también reclamar un lugar en la historia. En contextos como el México de 1968 o el terremoto de 1985, el silencio oficial era una forma de represión. La escritura de Elena fue un acto de ruptura con esa política del silencio. Poner un micrófono frente a una madre que busca a su hijo desaparecido es más que un ejercicio periodístico: es un acto de acompañamiento, una declaración de verdad y una denuncia implícita. Además, Elena no entrevista desde arriba. Su forma de escuchar es horizontal, afectiva, honesta. La suya es una escritura con el corazón en la tierra.
Literatura testimonial: género, ética y estilo
Si bien el testimonio ha sido utilizado por muchos escritores, pocos lo han elevado al nivel narrativo que Poniatowska logró. Su estilo entrelaza el detalle íntimo con la denuncia estructural, la voz singular con el drama colectivo. En ese sentido, ha contribuido a transformar el periodismo mexicano y a abrir un camino para las mujeres cronistas y narradoras. Este género testimonial también pone en juego una ética: no inventar, no manipular, pero sí organizar y dar forma. Elena lo hace con respeto, pero también con una clara postura política.
Vigencia del testimonio hoy
En una época marcada por la sobreinformación, las fake news y la deshumanización de las cifras, la voz directa sigue teniendo poder. Escuchar a las víctimas de la violencia, a los migrantes, a los defensores del territorio o a las mujeres sobrevivientes sigue siendo urgente.
El legado de Elena Poniatowska nos recuerda que escribir desde la voz del otro no es solo un estilo, es una forma de estar en el mundo. Su trabajo nos invita a seguir escuchando, a seguir preguntando, a seguir resistiendo desde la palabra.
Desde los inicios de su carrera, Elena Poniatowska ha hecho del periodismo y de la literatura testimonial no sólo una herramienta narrativa, sino un acto político y profundamente ético.
8 de agosto de 2025




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